Sé que una carta no es lo más adecuado para confesarte todo lo que siento, pero me resulta imposible decírtelo en persona, ya que cada vez que te veo el corazón se me empieza a acelerar y no puedo hacer otra cosa que no sea balbucear palabras sin sentido. No sé que me ha dado contigo pero no puedo dejar de pensar en ti. Ocupas todos mis pensamientos del día: desde el primero al levantarme, hasta el último cuando me acuesto.
Me he acostumbrado tanto a estar contigo que cada vez que paso unos días sin verte siento que me falta algo, pues te has convertido en una droga para mi. Una droga de la que no puedo, ni quiero, desengancharme. Sí, soy una toxicómana, una adicta al amor; una enganchada a tus besos, a tus caricias, a tus abrazos… pero por desgracia un enganche imaginario, ya que por mi absurda cobardía me quedaré sin probar todas esas sensaciones.
Ya sabes que soy de las que no arriesgan. De las que se quedan con la duda para toda su vida. No importa que todo el mundo me diga que sientes algo por mi. Mientras yo no lo vea totalmente claro, me quedaré como una idiota esperando a que seas tú quien de el primer paso. Y si al final resulta que no lo das… pues no me quedará más remedio que morir por dentro. Porque eso es lo que me pasará. No me imagino estar al lado de otra persona que no seas tú, y me da pavor el mero hecho de pensar que esa posibilidad es más que probable.
Lo único que espero es que éste sea sólo un cuelgue más, y que poco a poco se me vaya pasando, pues no sé qué sería de mi de lo contrario. Cierto es que soy algo testaruda y que hasta que no vea que realmente no hay nada entre tú y yo no pararé de darle vueltas y vueltas a la cabeza. Ya ves, parece que me gusta sufrir con cosas absurdas y sin sentido, debe de ser otra de mis estúpidas manías, igual que la de enamorarme de quien no debo.
Así que ya ves, escondida tras estas líneas que todavía dudo si mandar o directamente borrar estoy yo: una joven a la que puedes llamar loca, pero a la que yo llamo…ENAMORADA.